Al alcanzar la cima deslumbra contemplar el paisaje vuelto del revés, reflejado con fidelidad en el lago. Sé que también la luna se asoma a su espejo cada noche que consigue saltar la cerca de las nubes. Lo visita para sentirse segura de su belleza. Los arroyos jalean con alegría la escena. El viento añade oscilación de baile. Cuando me siento en una piedra, con la cantimplora en la mano, me admira que todo se revele ante mí como presencia. Y me apena que, por ser caminante, tenga que levantarme y continuar la senda que se adentra en el bosque.