No es mariposa, tampoco es murciélago, porque no vuela. Es vuelo en sí misma, fuente de un caño que rocía con múltiples sentidos. También se puede afirmar que es río por su fluir, sin ser de agua ni ser de piedra. En su ser de casi nada la densidad se la otorga la lejanía desde donde la alcanza lo que sea que anude en cada tramo con los dedos. Avanza con el silencio de un repique oído en las afueras. Por más vestida que parezca, es desnudez pura. Se manifiesta como instante del lugar y tiembla como casa del tiempo.