jueves, 13 de febrero de 2025

Primer libro de odas (4)



Al pueblo solo de vez en cuando se acercaba algún automóvil. El autobús de línea y el camión de reparto venían a su hora el día que tocaba. Desde el mirador no costaba adivinar cada una de las visitas por la polvareda que levantaban en el camino de ascenso. La de los vehículos más veloces, aunque fueran más pequeños, era mayor que la de los grandes. La llegada de algún forastero despertaba la intriga de los vecinos y en el desconocimiento prendían las conjeturas. Las de los demás. Las mías se desataban cuando la arena permanecía intacta en el suelo.