martes, 1 de diciembre de 2020

La siesta de un fauno | Mon oeil

Si el desplegar de la melena por la almohada fue, ardió. No dejó de mí más yo que aquel silencio en la sucesión de estancias cubiertas por ceniza. Una ventana que abre siempre hacia otro interior. Al que aún puedo asomarme para leer la escritura del cabello sobre la blancura de la tela. Y cerrar después los ojos por confundirlo con otro meandro. Una postal en cuyo reverso quede la alusión. El broche que cierra lo que nunca estuvo abierto. O quizá sobre la almohada no durmieran las cabezas de los durmientes aquella noche y la música continúe moteando notas.