martes, 4 de septiembre de 2018

# 602


No necesito un escenario. Mesa de roble, papel verjurado, tintero lleno. Tampoco su vertiente contemporánea. Pantalla de cristal líquido, teclado inalámbrico, ratón tridimensional. No requiero las paredes forradas de libros, ni paneles de metacrilato de colores pastel. Lo cierto es que para la escritura solo necesito un papel cualquiera —la cuenta de un comercio, una servilleta, un folleto publicitario— y cualquier cosa que escriba, sea lápiz o sea bolígrafo. Ni siquiera una mesa preciso. Escribo contra la barra del asiento delantero en el autobús, en la barandilla de un puente o sobre las piernas. Lo importante nunca es dónde escribo.