lunes, 3 de agosto de 2015

El pabellón dorado [20]


No ver lo bello rara vez le resta belleza. El tacto, el aroma, el sonido son, con frecuencia, los verdaderos portadores de sensaciones. Su epicentro. Tocar, oler, oír es, muchas veces, el acceso más directo a la hermosura, sin el estorbo de la visión. Por eso al acariciar, al inspirar, al escuchar una melodía, las personas necesitan cerrar los ojos. La imagen crea un espejismo de la impresión sensual de lo bello, pero la impresión tiene un valor en sí misma que la imagen consigue sugerir, pero no proporcionar. Quien ve se hace una idea de la belleza. Sin verla.