viernes, 7 de marzo de 2014

Becqueriana / 40


El país del brezo y del tomillo es áspero. Araña con sus escarpaduras el algodón de las nubes. Las pantorrillas de los caminantes. El lomo de los perros abandonados. La brisa aromática lo zarandea sin descanso y los insectos interpretan la incesante sinfonía de su vuelo. Las tierras altas del romero y las azaleas son abruptas. Los caminos se convierten en zanjas, en taludes, en angosturas. El caminar, en una crepitación de piedras arrastradas. Su sequedad causa impresión a las palabras. Su angustia estremece. Su reciedumbre, sin embargo, acompaña. Solo en un paisaje tan solitario se es más uno mismo.