martes, 28 de mayo de 2013

Caligrafías / 3


Un muro suele anhelar, como si fuera un soneto, la perfección. La armonía rectilínea de su decir, el golpe de racionalidad que cuadró la piedra, las cesuras donde respiran las incógnitas. Un muro levanta catorce versos sobre un desconcierto o tal vez sobre una emoción. Como si fuera un soneto, el amontonamiento de palabras los oculta al otro lado, donde habitan gusanos, culebras de campo y algunas especies de escarabajos que se entierran tras aparearse. Un muro, al fin y al cabo, nunca dice nada. Como un soneto. Se atraganta quien lee su emplasto de sílabas numeradas y sillares desparejados.