martes, 16 de marzo de 2010

Mar de invierno

Jadea cansado. Su lengua de agua hace lo posible por alcanzar los zapatos de quien lo contempla, para devolverle acaso la caricia sobre su gran lomo de solitario. No tiene amigos ni acepta tratos. Tantas cosas se cuentan sobre el mar que acaban enterrándose unas a otras; dejan a quien va a escribir áptero. Gruñe enfurecido, a veces. Su zarpa arrastra. Su mirada enfría las palabras de quien se dispone a describirlo. Huye siempre. Resulta difícil decir algo de él que no sea esto: Cuando uno se acerca a su orilla, sabe que va a llegar; luego, que ha llegado.