domingo, 21 de diciembre de 2008

José Luis Giménez-Frontín

Suena el teléfono. A punto de ser demasiado tarde para recibir una llamada. Es un amigo. En viento helado, en oscura noche. La noticia me deja en la intemperie. Las actividades de la ACEC durante este otoño, de las que era alma y cuerpo, permanecen en la memoria como superficie recién pintada. Su sonrisa pletórica, en octubre, durante la presentación de Los años contados, en una Central donde no cabía ni una persona más. ¿Dónde están? Pensaba que en el lugar donde las encontraría con solo acercar la mano para estrechar la suya. Ha muerto un escritor de verdad extraordinario.