miércoles, 18 de junio de 2025

Los mensajes callados, cinco



El sol dorado de la tarde, cuando consigue colarse entre los árboles de la plaza, vivifica las paredes de los edificios antiguos y les proporciona un efímero atractivo en el que, por otra parte, nadie repara. A mí me gusta alzar la mirada a esa hora por ver cómo los tristes desconchados y las griegas fugazmente bailan en una fiesta de etiqueta. Disfruto también si el sol besa los cristales de las ventanas y provoca destellos en el aire. A veces tropiezo con una persiana echada e imagino dentro los ojos del huésped recluido que se ha quedado sin paisaje.