jueves, 1 de mayo de 2025

Segundo libro de odas (1)



No existe gallo que suba a un alto para anunciar el día, eso lo sé desde el principio. En su lugar hay quienes hacen oídos sordos a su despertador mientras atraviesa techos y paredes dispuesto a impedir el sueño a todos menos a su dueño. Tampoco sé por dónde se mueve la luna, porque mi ventana solo alberga una esquina de cielo donde nunca ocurre nada. Que me acostumbrara es lo que me decían. Al salir miro en dirección al castillo, pero no hay castillo, únicamente veo bloques y bloques. Ni una sola urraca vuela delante para llevarse las culpas.