miércoles, 8 de junio de 2022

Manos | Tres



Desde un banco del parque, allí donde no corretean criaturas, observo cómo un mirlo avanza desconfiado al amparo de los árboles. Ni pestañeo, para que no se vaya. Se me ocurre pensar que sus alas quizá sean el equivalente de las manos, como las mías, también pegadas ahora al cuerpo para evitar movimientos. Pronto me doy cuenta de que las manos del mirlo son su pico, que aparta lo que no le interesa, revuelve y atrapa cuanto desea. Pero mis manos no son su pico, sé extenderlas como alas y emprender el mismo vuelo, cuando se marcha, hacia lo incierto.