jueves, 24 de marzo de 2016

# 546


Líquido que el aire bebe durante el día, la luz abandona poco a poco el cuenco de lo real y en su fondo queda el sedimento de lo que hubo, concentrado ahora en la sequedad y en la nada de la noche. En la intensidad de lo que no está se descubre el valor de lo que no se ha ido. Los cristales en el suelo bajo el pie descalzo del que se ha desvelado. La sal de las horas que el tiempo no logra desleír. Y los afectos, también los afectos, la gasa que limpia las hendiduras del resplandor.