jueves, 26 de noviembre de 2015

El pabellón dorado [29]


Me gusta soñar. También cuando duermo. Los sueños desordenan. Desobedecen las normas de causa y efecto que tan aburridas resultan. En un sueño uno no tropieza y se cae. A veces se cae sin haber tropezado. El espacio se olvida de mostrar su vestido de esquinas y obstáculos. Se desnuda para el durmiente. Cobra una realidad volátil. Está sin estar. No aprisiona. Ni asusta. Tampoco el tiempo, que sencillamente no aparece. No hay salas de espera en los sueños. Por eso los disfruto tanto. Las voces surgen y se borran, los sonidos se insubordinan. Nada hace caso a la materia.