martes, 1 de septiembre de 2015

Falden engel, 1


El camión de las fábulas llegaba a mediodía seguido por una polvareda delatora. A la sombra de la parra el alcalde meneaba la cabeza en su partida de mus. Se interpretaba como signo de que habían empezado a asfaltar las carreteras, pero por aquí ni se acercaban. El motor se detenía con un relincho ahogado y dos operarios bajaban con un cigarrillo en la boca y un mono que pudo ser azul. Lo primero que montaban era la caseta de la taquilla y nosotros corríamos a robar una paca donde por la noche tumbarnos al otro lado de la tapia.