viernes, 10 de abril de 2015

Becqueriana / 65


La lluvia escribe en el aire con una caligrafía densa, apretada, enigmática. Los zapatos escriben en el polvo del camino con una letra pausada, plácida, dócil, que de vez en cuando se detiene a meditar con las dos puntas de sus signos cara a cara. Las mariposas copian sobre el prado grafías caprichosas y coloristas que parecen transcribir una única palabra, la misma siempre, con infinidad de significados. Las manos escriben sobre la piel de un cuerpo con trazo delicado e insistente un verso que le hace gemir de satisfacción. Recrean en la piel la escritura desbordada de la lluvia.