lunes, 29 de septiembre de 2014

Café il tempo 13


El reloj se para. Lo sacudo un poco. Intento darle cuerda, como si en los relojes de ahora quedara algo del pasado de los relojes. Ni se inmuta. Me siento desorientado. Una vía ferroviaria sin vías. La pantalla de la parada acude veloz en mi ayuda. En tres minutos llega mi autobús. Un salvavidas. Echo un vistazo a mi alrededor: un reloj de pulsera gigante y tres móviles. Ninguno da la misma hora, pero hago la media. El monitor, dentro, indica hasta los segundos. En cada esquina, un reloj digital; cada tres manzanas, una relojería. Creo que algo me persigue.