sábado, 7 de junio de 2014

Becqueriana / 50


La luz lleva en la bolsa siempre un estuche con lápices de colores. Un lápiz para cada matiz. De madrugada lo abre sobre una roca en forma de mesa, y va eligiendo lápices según los paisajes van despertando. Algunos días, la luz sufre pequeños ataques de daltonismo. Se equivoca en los colores. No los distingue. Y si no tiene nadie al lado que le preste de su propio estuche el amarillo para subrayar los oros del sol, los pinta con un gris y deja el día nublado. A veces se frota los ojos, reconoce el error, y dibuja los deseos.