martes, 22 de octubre de 2013

Marina

Para Javier Quiñones 

Gato remolón, el oleaje de la tarde se enrosca en los leños que sostienen las tablas del embarcadero. Quien deja caer una moneda, la pierde por alguna ranura. El brillo opaco del gasóleo se extiende y se recoge sobre la superficie del agua. Flota la colilla de un cigarrillo a medio consumir. El crepúsculo parece leer el periódico, distraído, en una lejana terraza de café colonial. En ese momento me pregunta por mis sentimientos hacia él. Los demás ríen un poco más allá, sentados, las piernas colgando. Los oigo. Le oigo. Pero pasa una barca tartamudeando y enmudece el silencio.