sábado, 20 de abril de 2013

Becqueriana / 12


Las paredes recién pintadas, como los versos acabados de escribir, anhelan colorear a quien pasó el rodillo por su superficie. Por eso los pintores visten camisa y pantalones blancos, que la pintura fácilmente puede impregnar con su caligrafía amorosa y casual. El caso de los versos es menos claro. Hoy ya nadie se ajusta la corbata para medir un endecasílabo, pero cómo agradecía el metro ese cosquilleo sobre la parte inferior de la hoja. Los poetas escriben vestidos de pintor, unos. Otros, de decorador. De ahí que sea tan fácil distinguir las manchas que la lavadora se apresura a borrar.