miércoles, 1 de septiembre de 2010

La montaña, 1

La senda se abre paso por el bosque y más tarde atraviesa el claro. Donde cruza el torrente unas piedras alineadas de superficie seca indican la dimensión de la zancada. Asciende por la ladera y serpentea. La umbría descompone la luz como lo haría una bola de espejos en un baile de provincias, con la misma magia, ingenua y anticuada. A veces, la impresión de que el sendero tiene un final sólo la da el montañero de regreso que apenas alza la vista para saludar. Su gesto cansado se lee igual que un mapa. Y es ya el único anhelo.