miércoles, 10 de febrero de 2010

Mañana de sol radiante

Las copas que el nadador ha merecido en su juventud, el vendedor de los Encantes las junta sobre una mesita de café, donde se asoman al corredor de los compradores como entusiastas en un balcón el día del desfile. Grandes unas, otras menudas. Las cuento, son veinte. Más algunas medallas. Casi todas llevan el emblema labrado de un brazo saliendo del agua con ánimo de avanzar. El metal de las copas se ve entristecido, taciturno, no se sabe si por la nostalgia o por su mala aleación. Se niega a devolver, por ejemplo, los destellos del sol de la mañana.