viernes, 3 de abril de 2009

Poética de ascensor

Cuando se cierran las puertas del ascensor pienso en Marc Augé; en el más insulso, aburrido y célebre de sus libros: ¿es mi ascensor un no lugar? En los no lugares se puede hablar por teléfono o leer un periódico; en el ascensor, no. El ascensor será, si acaso, un no tiempo. Un tiempo vacío que a veces cobra corporeidad de tiempo: aspiro el intenso perfume de una vecina y me abruma la paradoja de sentir el olor y no contemplar ninguna presencia. La misma paradoja que me asaltó el día que encontré, en el suelo del ascensor, un imperdible.