viernes, 15 de agosto de 2008

Tranvías

Con qué delicadeza caía la tarde de junio. Habíamos quedado en casa de Teresa para celebrar que los días olían a verano. Como acababa de publicar De los tranvías, llevaba un ejemplar. Subía despistado por Torrente de las Flores y al encarar la plaza Rovira me sorprendió: ¡Un tranvía! En la plazoleta solitaria, sobre unas vías de pega, vi un precioso vagón de mentira. Rodaban una película, al parecer. Para mí, el significado era otro: la realidad juega a veces con la irrealidad para que la queramos un poco más. En esa frontera de lo inesperado, quejumbrosos, avanzan los tranvías.