Crece. Pero no como la tormenta sobre la cresta de la montaña alta. Tampoco como el arroyo cuando las aguas desbordan el cauce durante el aguacero. Crece con mayor lentitud. Un árbol que todavía es un retoño entre las piedras. Una flor aún por abrir, camuflada con las matas. Le veo crecer día a día como todo lo que emerge de la tierra, y me siento tierra, hondura cuyos secretos ni yo misma conozco. Me basta con verlo cada vez un poco más alto, las palabras algo mejor pronunciadas. La voz más suya. El silencio de arena húmeda, más mío.