jueves, 13 de agosto de 2015

Sin relato


Mamá, pregunta el niño, ¿dónde vamos cuando nos morimos? A ninguna parte, desaparecemos. Lo dice sin pronunciar todas las sílabas, como sin decirlo. El niño, que posiblemente no lo haya entendido, lo traduce: ya sé que cuando nos morimos vamos al cielo. Mamá, vuelve a preguntar el niño tras darle a la idea dos o tres vueltas, y cuando nos morimos, ¿podemos llevarnos todas nuestra cositas? La madre, en el mismo idioma confuso, le responde algo así como no vamos a ningún sitio, no llevamos nada. El niño se queda contrariado. Qué escasa poesía ha dejado el existencialismo, me digo.