martes, 8 de noviembre de 2011

«Tan bella, tan cerca», de José Manuel Mora Fandos, en La isla de Siltolá (díptico)


Parece que la vida cotidiana sea aquella sobre la que no vale pana decir nada, como si vivir de otra manera estuviera al alcance de cualquier prosa. José Manuel Mora Fandos se propone en este libro su elogio. Quizá más, su comprensión. Digo quizá porque el autor en ningún momento declara sus objetivos, no es un ensayo al uso. Crea un mosaico de breves, delicados y lúcidos tratados que, juntos, sugieren otra forma de entender la vida cotidiana. Compartir, leer, concretar, narrar son los verbos que vertebran la experiencia diaria, Mora Fandos los presenta, pero al lector le toca machihembrarlos.
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Parece que decirlo todo —de hecho, insistir en decirlo todo— sea la única manera de decir algo. No es ya una cuestión de una pedagogía desbocada, sino patológica. Casi publicitaria. Cómo se agradece, por lo tanto, cuando alguien, al escribir, calla. Deja que sea el silencio que reina en la mente del lector quien ensamble las piezas. Así ha escrito Mora Fandos este libro, y sobre todo un capítulo, «Espacios y paisajes», pequeña colección de relatos de vida cotidiana en 3D cuya finalidad no es convencernos de nada (se agradece tanto), sino adiestrar nuestra mirada para ver más con ella.