sábado, 19 de abril de 2008

Mañana de lluvia en Oporto (para Jorge Gomes Miranda)

La ciudad está ahí afuera, desangelada e impávida, bajo la lluvia; y yo a este lado de la ventana dispongo de un reino de prodigios, hasta las doce. A mediodía, como en un cuento de hadas, mis posesiones —un sillón con reposapiés, un televisor de pantalla plana, luces para la intimidad— desaparecerá y me quedaré a solas con la ciudad y el mal tiempo. Es el espejismo de los hoteles, que un simple día de lluvia convierte en una pesadilla. Resulta curioso este emblema de nuestra época: el paraíso esta aquí, y a las doce entrarán en él nuevos huéspedes.