sábado, 12 de abril de 2008

«El incesante vuelo», GCC

En el cielo se pelea el sol con una escuadrilla de nubes, retaguardia de la tormenta que cayó anoche. En tierra, la piel áspera de la ciudad se ha llenado de lunares. En alguna pequeña hendidura se ha formado un charco que resiste la llegada del día. Como la pupila de la persona amada, refleja con nitidez a quien lo mira por escudriñar, tras su don diáfano, algún signo entre las suciedades de la acera. Los periódicos traen hoy más páginas y el pan menos gramos. Me dejo acariciar por el aire húmedo mientras pienso qué contaré de los charcos.