jueves, 20 de marzo de 2008

Aniversario




Regreso a la ciudad en la que cumplí 23 años, hace 25. Para mi pasmo, todo está en su lugar: los mismos charcos en las aceras, las puertas salpicadas por la misma mansa llovizna. El hijo del dueño del «Tronco», junto a la antigua cárcel, donde comía y cenaba los domingos, ahora atiende el restaurante. «Sólo padre falta» — se lamenta. Palabras que había olvidado llegan a mi memoria y dibujan la esfera armilar de quien fui. Para celebrarlo compro las Obras de Carlos de Oliveira, que leí lentamente en la biblioteca, y descubro el mismo brillo que me deslumbró entonces.