lunes, 10 de diciembre de 2007

El final de una traducción

Lo ves, Ana, llega el vendaval y desaparece Tenesigüilians. ¿Cómo será la vida sin él? De repente levantas la vista y no ves el húmedo cuarto de la destartalada pensión donde nadie hace las camas porque ni hay sábanas que estirar sobre el colchón. De repente, regresan el patio florentino, las suaves colinas, las aves que rondan el campanario: todos la armonía que entra en la palabra libertad -con minúscula-. Llega la tramontana y se lleva el olor a orina, la grasa, el hedor de las tenesigüilianías; te queda el invierno, su sosiego, su calor de lana gruesa, densa, antigua.