lunes, 30 de mayo de 2016

El nacimiento de Ana de Peñalosa \ 4


Por el suelo, derrotada, se arrastra la luz que cuela un ventanuco en torno al cual las moscas, imaginaria peonza, giran sin fin. Cuando el eco de la llantina llega, de boca en boca, el capataz de los Mercado pide que descorchen la damajuana que se reserva para las ocasiones. El tabernero sube de la bodega con gesto de triunfo. Las cartas que en aquel momento corren por las mesas quedan en suspenso, la mano alzada, la imprecación extinguida, la vista desatenta. El tapón canta su breve aria de bajo y el caño gorjea ante un coro de vasos sucios.