sábado, 12 de diciembre de 2009

Nunca

Igual que ocurre con los verbos, la palabra «nunca» conjuga tiempo. Su forma de presente señala la rabieta de quien rasga la baraja porque no le ha tocado el comodín ausente en la mano. Es un uso trivial e imberbe. Como tiempo de futuro, nunca enmascara la creencia vergonzante en epifanías y revelaciones. Es el uso más extendido y también corrompido. Acaso su proliferación haya contribuido a su podredumbre: no decir lo que se piensa es quizá ni siquiera pensarlo. A mí me gusta nunca como tiempo de pasado. Agridulce sensación: nunca volverá aquel paseo; nunca volveré a Santa Perpetua.