martes, 3 de junio de 2008

Agua

En el aula de escritores del Ateneo, una habitación encajada en un hueco de escalera, ayer cabía Méjico. Lo presencial languidece en la era de las seducciones virtuales. Dos poetas mejicanas leían su obra, llena de sorpresas, ante casi nadie. Jeannette Lozano Clariond (1949) practica un lirismo de bohemia aristocrática; sus sensaciones la aíslan de la urbe en mitad del estruendo de las multitudes. Gloria Gervitz (1943) lee con una voz que emerge de latigazos sustantivos, secuencias verbales eléctricas, fragmentos perdidos de una narración sin trama, teselas de sentido de un aforismo decapitado por añorar quien no se ha sido.