jueves, 28 de noviembre de 2013

Callejón del batanero


Ni siquiera el maestro con su vara de avellano y su malhumor perpetuo conseguía zurrarnos tan seguido. Al pie de la cuesta, una especie de segundero de despertador. Solo dos veces cada jornada su insistencia se detenía para que el batanero cambiara de posición  mantas y paños. Y enseguida, de nuevo el tableteo, que de puro constante ya ni se oía. Qué habrá quedado, a veces me pregunto, de tal tenacidad. ¿Seguirán los palmoteos sonando por la atmósfera, perdidos en el espacio? Su métrica tan exacta, ¿acompañará memorias que valga la pena recordar? O, ¿qué significa ahora la palabra recuerdo?

martes, 26 de noviembre de 2013

Callejón del estanco


Fumaba padre. Sentado en el zaguán. Antes de quitarse las botas, de atar el macho, de dar de comer a los perros, de arrancarse las costras de barro de los pantalones y dejarlas amontonadas junto a la puerta. En la silla de enea, cabizbajo. La embocadura del cigarro brillaba entre las sombra con la humedad de la saliva. Antes de peinarse con agua de colonia el pelo revuelto y de abrocharse la camisa hasta el cuello. Antes de tomar el camino de la taberna. Y yo, un chiquillo, aguardaba en pie. Que le faltara y me enviase a por tabaco.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Callejón del agua


El olvido deja su cesta de silencios a la puerta cada madrugada. Pero al amanecer bajan los mulos resbalando por el empedrado húmedo de rocío y sus chasquidos patalean el sueño. En las terrazas ya sacuden las mantas con palmoteos enérgicos y por las ventanas huyen los estribillos de las canciones de moda que suenan y resuenan. La chiquillería pasa alborotando a la hora de la escuela y cuando dan las nueve, el afilador inicia su serenata de chifla y el repartidor de butano la suya de taconeo. Ningún ruido te despierta en mí, pero abro el grifo. Y apareces.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Becqueriana / 36


Piedrecitas de cuarzo en el sendero, las luciérnagas trazan al anochecer caminos imposibles. Vías que jamás regresan a lugar alguno ni emprenden búsqueda que acabe con acierto. Una estrategia baldía para cartografiar el bosque. Un desvarío de la razón. Un despropósito para cualquier tránsito. Quizá por eso mismo, en la tiniebla del día y entre los laberintos de la espesura nos atrae tanto orientarnos únicamente a través de la errática señal de los insectos de la luz. Su caótica guía nos conforta. Cada vez más perdidos en la intimidad de la fronda, vagando por la maleza, llegamos certeros a nosotros.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Becqueriana / 35


Los habitantes de la noche se reconocen por los aromas cultivados en la piel durante el día. El vaho agreste del té, la fragancia de las camelias, el salitre del abrazo. Se descubren en la oscuridad por el tacto. El cuenco de las manos se colma con el dulzor de las mejillas, la levedad del cuello, la tersura de unos brazos. Los transeúntes de la noche identifican su compañía en el exacto eco de las pisadas que queda flotando sobre la gravilla del sendero. En el rumor de una respiración que se aproxima. En las palabras que no necesitan pronunciarse. 

lunes, 18 de noviembre de 2013

Becqueriana / 34


Ha pasado la noche de correría y al amanecer continúa tan alegre como siempre, tan cantarín. Tan tamborilero. Bajo la fronda que alimenta y mima con su mero pasar por ahí, salta de una piedra a otra, juega al escondite, resbala por el musgo sin caerse. Cuando transita junto al puente de madera, travieso, busca cruzarlo también por encima, como hacen las personas que se detienen a escuchar su canción y a contemplar sus bailes. Chapotea las piernas de las muchachas y los brazos de los jóvenes. Eso le basta al arroyo para sentirse feliz. Como quien lo está mirando.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Humo


He vuelto a fumar, en un sueño. Golpeo con el dedo la parte superior de la cajetilla y asoma la embocadura del cigarrillo que extraigo con deleitoso gesto. Un ducados. Blanco hasta el filtro. Busco con qué encenderlo. La ruedecilla del mechero gira, pero no hay chispa. En la cocina una cerilla me proporciona una súbita llama redentora. Regreso por el pasillo exhalando el humo de una calada de mejillas hundidas. No necesito salir a la calle ni al balcón para fumar. Los cigarrillos consumidos en los sueños no dejan hedor a tabaco rancio ni grises vestigios en la alfombra.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Milagros

A Jesús Aguado 

Qué inocente, barbilampiño y cortado aquel Mauricio siempre con un libro atrapado en las axilas; cuando acertaba con la pregunta, no paraba de hablar su silencio. ¿Y Máximo?, engominado, fragancia varondandi, coleccionista de marcas comerciales; solo me quiso el día que me puse un fredperri de mi hermano. Marcos era guitarrista, guapo y tenía moto; aunque me repitiera que me amaba, ¿quién podía creerle usando ese verbo? A veces me acuerdo de cómo me divertía Miguel, tanta imaginación y gracia; solo le faltaban unos centímetros en las piernas. Matías era un artista, y pretendía pintarme desnuda. Ah, mis amores impasibles.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Micaela


En lo alto del muro, un mirlo. El aire le agita las plumas como si le levantara las faldas. Menea la cabeza contra el cuerpo antes de erguirla y echar a volar. Queda la hilera de hormigas —rúbrica del silencio sobre la piedra—, el guijarro que se me ha colado en la sandalia y el viento inoportuno, que zarandea mi vestido. Es lo único que permanece de un instante perdido. El vacío que le sigue se llena —palangana que recoge la gotera, balsa seca tras el nubazo— de agua sucia.  Ojos míos cuando miro cómo las hormigas también se alejan.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Matilde


Desde que era una cría tengo la sensación de que todo ocurre sobre un escenario. Por eso me cuesta no ponerme histriónica en las discusiones. O no lanzar miradas al más allá. Siempre imagino los focos sobre mi mejor perfil y al otro lado de la oscuridad el silencio de un público. Desde muy pequeña. Primero pensé que quería ser actriz. Luego, más desengañada, me imaginaba personaje de un drama completo. Protagonista. Doliente Antígona. Con el tiempo se ha diluido la trama y ahora, aunque todo siga ocurriendo en un teatro, solo pronuncio réplicas aisladas de obras diversas, perdidas, ininteligibles.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Milena


Me concentro en los zapatos. En los zapatos sucios. De varón. En la fatiga de la piel. Aspereza, estrías, fisuras. En las manchas. De polvo, de barro, de pintura. En el desgaste. Cordones deshilados, tacones cojos, contrafuertes torcidos. Me entretengo en la vida de los zapatos de esta época. Tampoco tienen quien los cuide, los hidrate, les regales flores. En el andén solo me preocupan ya los símbolos. Y cada cuatro minutos, el estruendo del metro alborota cualquier observación. Se cierran las puertas. Me quedo sin mis zapatos, pero con una súbita alegría. Continúo aquí sentada. Los demás, de camino.

martes, 5 de noviembre de 2013

Marta

Anne: Villaine, thou know'st nor law of God nor Man, 
No Beast so fierce, but knowes some touch of pitty. 
Richard: But I know none, and therefore am no Beast. 
 Ricardo III (I,2) 

Ana en el lecho del deforme Ricardo, tras haberle confesado el homicidio del rey, del príncipe de Gales, su marido, y de su padre. «¡Pero fue tu belleza la que me impulsó!». Aún tuvo fuerzas Ana para responderle: «¡Si creyera eso, asesino, te juro que estas uñas desgarrarían la belleza de mis mejillas!». Poco después yace junto a Ricardo, duque de Gloster, futuro rey y esposo. No veo la moraleja por ninguna parte. La vida que va tragándosela a una con el engranaje mecánico del deseo sin piedad. Del deseo ajeno y de la piedad propia. Una asimetría que devasta.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Miriam


Llego hasta la mesa. El mantel a cuadros. Un jarroncito de vidrio con un clavel en el centro. Servilletas de tela, encima los cubiertos, grandes, antiguos. Una acuarela colgada en la pared. Cielo nuboso y el mar como una manta sobre el cuerpo del hombre accidentado del que solo se ven los pies calzados. No consigo pasar de este punto. La cristalera del restaurante, que da a una calle que desemboca en la playa. Cielo despejado y el mar como una sábana verde que cubre al hombre a la salida del quirófano. Con los pies desnudos al aire. No logro.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Maite


Como un juego de los de mi hermano. Los coches. Hasta los autobuses. Las personitas. Moviéndose a saltos. Con los dedos puedo sujetar lo que quiera, un coche, un autobús, un tipo que camina con prisa. Y conducirlo. Donde yo quiera; claro, siempre que yo quiera que vaya donde va. Es el problema de los privilegios fantásticos. El mío, el balcón. Me salgo aquí a mitad de cualquier cosa. Me acodo en la barandilla. Y el movimiento me arrastra. Tantas vidas en mis manos, aquí, en las alturas. Un juego. Y sin embargo, ninguna. Pero me gusta. Eso me repito.