viernes, 29 de diciembre de 2017

Bye, bye 2017



—¿Te acordarás de mí?
—Claro. Siempre. Has sido un año inolvidable.
—¿De verdad?
—Claro, muchacho. Un año, no sé, fantástico.
—Gracias. Me enorgullece eso que dices.
—Un año, buf, impresionante.
—¿He sido diferente?
—Claro, una pasada de diferente. Un montón. Un año chanchipiruli.
—¿Y te acordarás de mi nombre?
—Claro, colega. ¿Cómo voy a olvidarte con lo que has sido para mí, para todos? Qué pasada.
—Cómo me alegra lo que dices.
—De corazón, tío.
—Es que ya ves. Me voy.
—Claro, de eso va. De irse y volver.
—Dudo que vuelva.
—Pues mejor, para lo que hay que ver.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Becqueriana / 125



Atrapan la luz, la concentran. Dibujan un círculo de círculos alrededor del cuello. Le gusta abrocharlo. Desabrocharlo. La precisión del mínimo mecanismo. La piel, ahí, tan cerca. La torpeza. Cuanto más torpe, más tiempo entretenido en la nuca. El roce de la melena. Su cosquilleo. Los dedos. La música de la mañana. Al abrochar el collar. La música del atardecer al desabrocharlo. Se baila así, él a su espalda, entretenido en lo minucioso, ella delante, paciente. Con paciencia. Círculos trazando en el cuello un círculo de luz. Del esplendor que se refleja en unos ojos, cuando se dan la vuelta.

martes, 26 de diciembre de 2017

Becqueriana / 124



En la mano, mientras sube la escalera, atraviesa los rellanos, afronta un nuevo tramo, y después otro, y más puertas cerradas y las voces opacas que llegan de los pisos. En la mano, cuando busca las llaves dentro del bolso y tintinean en la otra mano, con la que da dos vueltas a la cerradura y la puerta se abre. Y se cierra. En la mano, mientras se descalza, cada pie con el pie opuesto, y busca las zapatillas de andar por casa, y apresurada deja llaves y bolso. Y también la carta, un instante, solo para quitarse la gabardina.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Becqueriana / 123



De todas las cosas que he sido —o he querido, como quise ser máquina ferroviaria, en el final de la infancia, tal vez para que me llevara a otra vida; luciérnaga, durante unos años melancólicos de la juventud; libro impreso en papel biblia, muchas veces, cuando escribo o cuando leo—, de todo lo que he deseado ser me quedo con lo que soy. Lienzo. Un lienzo en blanco. Un blanco ahuesado, en calma, cuya única virtud es sentirse ávido de formas y de colores. Las formas que dibuja el pincel de una mano sobre la piel. Todos sus colores.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Elecciones


El día de las primeras elecciones de la transición, en el 77, tuve mi primer empleo. Pagado. No pude votar, pero sí trabajar. Le esperábamos de madrugada, no sé muy bien dónde, cuatro muchachos. Sí recuerdo a mi jefe de equipo. Pantalones acampanados, chaleco y gruesas gafas de pasta. Conducía un 1430. Hablaba poco. Ese coche me gustaba y no conocía Tarragona, nuestro destino. Me pasé todo el día vagando. A las ocho teníamos que estar en la constitución de las mesas. Y por la noche, acabado el recuento, solicitar una copia. Era más de medianoche de junio. Regresamos durmiendo. 

martes, 19 de diciembre de 2017

Dietario de sensaciones, 40



El país de las sensaciones se extiende por llanuras verdes, montañas a lo lejos, una costa agreste y cielos profundos en los ojos de quien los cierra. Un sendero humilde zigzaguea entre encinas. Un mesón apartado con mesas de madera, una flor en el centro, manteles a cuadros y olor al fuego que en la cocina dora los alimentos. Junto a la jarra del agua se deja el mapa que conserva las dobleces de ir en el bolsillo. El territorio de las emociones está poblado por aldeas con casas de piedra e iglesias antiguas en cuyo interior resuenan los pasos.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Dietario de sensaciones, 39



La melancolía es blancura que en las mañanas de invierno congela el paisaje. Es arenal que se extiende allá donde la vista alcanza. Es una persiana cuya cinta se ha soltado cuando estaba bajada. Es un reloj que señala una hora que no es la hora y que avanza hacia una jornada incierta. Es una bombilla que se ha fundido. Pero la melancolía es también la bombilla de repuesto que aguarda en el armario. La pila que el relojero cambia. La cinta que de nuevo se sujeta. Las olas que rompen a lo lejos. El sol que deshace el hielo.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Dietario de sensaciones, 38



Porque me interesan las metáforas, me gustan las manos. La única piel que no sabe guardar silencio. Con guantes en mañanas gélidas o pizpiretas bailarinas las tardes del verano, no descansan nunca. Tampoco hay apariencia que las engañe. Interpretan la realidad con la misma precisión con la que una pianista lee la partitura de una sonata. Y como la música, destilan armonía. Belleza y sentido. Se diría que dirigen el ritmo del paisaje: con un gesto el río fluye; con otro, el pájaro emprende el vuelo. Las manos, siempre didácticas, enseñan en su perpetua academia la caligrafía de las emociones.

martes, 12 de diciembre de 2017

Dietario de sensaciones, 37



Estoy a la espera. La tarde se enreda en sí misma y esparce azules luminosos entre los edificios. Me entretengo desenredándola mientras aguardo que empiece el tiempo en el instante en el que aparezca por la puerta. Trato de desenmarañar los nudos que han hecho los transeúntes en sus rumbos desorientados. O de destrenzar los ruidos del tráfico que se han acumulado en el aire sin voluntad. Son distracciones de quien espera y busca descubrir un sentido en la realidad que le rodea. Hasta que aparece y los propósitos se quedan junto al revoltijo en el que se habían convertido.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Coro de ausentes | YEDRA


La luz se desentiende en ocasiones
de iluminar y las paredes
languidecen, flor que se quedó
olvidada en el vaso seco.
Inarmónicos, los sonidos huyen
del lugar que los lanza y corren
confundidos por el pasillo
sin encontrar dónde caer exhaustos.

Son tardes en las que parece el tiempo

ceniza acumulada sobre
el círculo donde ardió la hoguera.
Cierro, entonces, los ojos.
Para ver, dejo de mirar. La luz,
tal como quiero contemplarla,
le dibuja lunares al sendero
bajo la umbría. Y para oír
lo que no oye nadie,
el canto de los pájaros que vuelan
de copa en copa.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Coro de ausentes | ÑAQUE


Unas cuantas palabras,
monedas dentro del hatillo
del vagabundo, bastan.
Las mismas, pocas. El aroma
a pan recién cocido,
la luz entre la fronda
una mañana de septiembre,
las campanadas de una ermita
al atardecer. Siempre ahí:
la fragancia de flores en el claro,
el crujir de una hogaza
al partirla, la luz que un ventanuco
filtra en el interior de la iglesuela.
Las palabras que expresan todos
los sentidos. Aquellos
que hay y los que la imaginación
crea. El olor de cirios apagados.
El concierto del bosque silencioso.
El bulto de los panes en la mesa,
su tenue resplandor.

martes, 5 de diciembre de 2017

«Paseo», de Jesús Aguado. En Luces de Gálibo



Aprendimos a pasear más o menos la misma tarde otoñal, a un lado y al otro del Atlántico. A uno y otro lado, también, de la civilización. Thoureau nos acompaña por los densos bosques de arces y Baudelaire nos enseña a vagar por la densa miseria en la cara oculta de la ciudad. Desde entonces, pasear es resolver un enigma. Jesús Aguado pasea por el campo y anota. Su mirada se detiene en lo que no se ve. En lo que no requiere tiempo. El lápiz, con idéntica levedad: «Escribo un haiku / en el arroyo breve / y se lo lleva».

domingo, 3 de diciembre de 2017

Encomio del charco


Me ve llegar, despacio, una sombra que las farolas iluminan y ensombrecen al caminar. Observa cómo paso junto a él, mirando a ninguna parte, ajeno al leve brillo con el que me retiene un instante sobre su cristal. Me ve alejarme calle adelante, un abrigo y una bufanda, las manos en los bolsillos, mientras una farola me alumbra y la siguiente, un poco más allá, ya promete un aluvión de luz. He sido un pensamiento suyo durante un momento, en la efímera vida que la lluvia de la mañana le ha dado. Acaso, este día, el más duradero y auténtico.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Coro de ausentes | QUIEBROS


Dibujos de la luz sobre la hierba
y sobre la arena.
Lápiz que traza líneas y curvas
y la goma las borra poco
a poco para que sombree
los objetos de nuevo en otras caras.
Y una vez atezado
el espacio, lo vuelve a corregir.
Suprime y se contiene.
Y no se cansa nunca en su tarea
de dibujar el aire.
A veces, por debajo de las copas
distribuye lunares sin rayar
que al instante siguiente cambian
de sitio. Dibujante inquieta,
a la intemperie, cuelga
sus obras en cualquier lugar.
También en el museo.
Y en los lavabos del museo.