domingo, 24 de noviembre de 2013

Callejón del agua


El olvido deja su cesta de silencios a la puerta cada madrugada. Pero al amanecer bajan los mulos resbalando por el empedrado húmedo de rocío y sus chasquidos patalean el sueño. En las terrazas ya sacuden las mantas con palmoteos enérgicos y por las ventanas huyen los estribillos de las canciones de moda que suenan y resuenan. La chiquillería pasa alborotando a la hora de la escuela y cuando dan las nueve, el afilador inicia su serenata de chifla y el repartidor de butano la suya de taconeo. Ningún ruido te despierta en mí, pero abro el grifo. Y apareces.