sábado, 16 de agosto de 2008

«Disidanzas», en el MACBA

Los ángeles de Nancy Spero no son ápetos, sino monoalados, como los paracaídas abiertos o los hongos venenosos. Los ángeles de Nancy Spero no ocultan el pene tras una hoja de parra apócrifa, lo exhiben como oraciones con carcinomas. Los ángeles de Nancy Spero componen un alfabeto con una misma letra huída del alfabeto por terror a los cielos: una B tumbada o una T cabezota, que se hincha y se alza y se repite, repite, con diacríticos inútiles porque el mensaje de la muerte no precisa matices. Los ángeles de Nancy Spero no escriben lo que no podamos leer.

The Bomb, 1968. Nancy Spero (1926)

viernes, 15 de agosto de 2008

Tranvías

Con qué delicadeza caía la tarde de junio. Habíamos quedado en casa de Teresa para celebrar que los días olían a verano. Como acababa de publicar De los tranvías, llevaba un ejemplar. Subía despistado por Torrente de las Flores y al encarar la plaza Rovira me sorprendió: ¡Un tranvía! En la plazoleta solitaria, sobre unas vías de pega, vi un precioso vagón de mentira. Rodaban una película, al parecer. Para mí, el significado era otro: la realidad juega a veces con la irrealidad para que la queramos un poco más. En esa frontera de lo inesperado, quejumbrosos, avanzan los tranvías.

jueves, 14 de agosto de 2008

El sentido del paisaje

Sobre la cumbre del Canigó, en el extremo de la amplia llanura fluvial, se abre un agujero en la nube negra, amenazadora, que ha cegado el cielo durante la tarde. Un haz de rayos solares se cuela e ilumina con sus trazos oblicuos y dorados la montaña. Se diría que un dios quiere manifestarse por la boca traslúcida de la nube, pero en estos tiempos los mensajes sagrados hacen malpensada a la gente. Se diría, también, que una fruición estética eleva el espíritu, pero el recuerdo de postales turísticas condena a este milagro de la naturaleza a una condición trivial.

miércoles, 13 de agosto de 2008

«Amor y basura», de Ivan Klíma, en Acantilado



Por las mañanas el novelista Ivan Klíma recorre las calles y las tabernas de Praga con una cuadrilla de barrenderos entrañable. En su país no publican sus libros ni estrenan sus obras, pero antes que un sueldo acaso limpiando el mundo Ivan distraiga otras turbiedades. Pasa las tardes con su amante, una escultora absorbente que le da a partes iguales placer y suplicio. Así mueren los días, sin enderezar las mentiras a su mujer, a sí mismo y su trabajo, que no avanza. Y mientras tanto, ¿quién escribe Amor y basura? El genio que lo cuente será eso: un genio.

martes, 12 de agosto de 2008

El pueblo natal de Bergson (lo merecería)

En el pueblo tocan las horas la Torre del Reloj, junto a la vieja plaza (hoy aparcamiento del súper), y la Iglesia, una magnífica ermita románica. En los dos campanarios suenan auténticas campanas, no altavoces (felizmente). Una adelanta los cuartos, la otra no. Para no coincidir (digo yo), ambas dan la hora con una diferencia de seis minutos. Oigo las ocho y no he de salir corriendo, en un ratito volverá a sonar la misma hora. La segunda da las campanadas ciertas; la primera, las de antes del cambio horario. La ilusión de la hora temprana, minutos después se desvanece.

lunes, 11 de agosto de 2008

«Cerca de Jedenew», de Kevin Vennemann (1977), en Pre-Textos

Una niña que se esconde en una casa construida sobre la copa de un árbol para los juegos estivales de una época idílica conjuga todas las historias familiares tras la invasión de los soldados que junto a los campesinos agraviados han atacado a los suyos. Con una escritura que recrea el lenguaje infantil de manera espléndida —reiteraciones, yuxtaposición de relatos, circunloquios constantes— consigue crear una tensión expresiva inesperada. La fábula, que se basa en la sugerencia y en la evocación antes que en lo descriptivo, indaga en el odio enquistado en Europa que los nazis supieron aprovechar para sus fines.

domingo, 10 de agosto de 2008

De playas y de críticos

Me llevo a la playa un libro de Germán Gullón sobre crítica literaria. Su razonamiento zigzageante, cuántico, obliga a reescribir lo leído constantemente. Al sentarme en la arena veo un cabo de sedal. Hubo un tiempo en el que amaba la crítica y citaba a Benjamin. Ahora la equiparo a una exposición de botijos. Es cierta la denuncia de Gullón: la literatura se privatiza. Tiro del sedal y aparece el anzuelo enterrado, amenazante. Uno veía a un pescador y decía: «Un buen hombre». La desidia y el desprecio del espacio público (¿su privatización?) lo convierten en un… (cualquier blasfemia sirve).