jueves, 28 de enero de 2010

Crítica de la razón pura

ESCENA I
—No quiero volver a ponérmelo.
—No digas bobadas, Immanuel, si es un anorak fantástico.
—Pues en mi clase dicen que es de chica. No quiero hacer el ridículo.
—Immanuel, por favor. Ven y dime: ¿en qué lado están los botones?
—En el derecho.
—Claro, como que es de hombre. Mira mi blusa: ¿en qué lado están los botones?
—En el izquierdo.
—Las prendas de hombres y mujeres se abrochan hacia lados distintos.
—No lo sabía.
—Pues ya los sabes. ¿Te convences ahora de que es un anorak de hombre?
—Les contaré a los de mi clase lo de los botones.
.
ESCENA II
—No quiero volver a ponérmelo.
—Immanuel, pero si lo compramos anteayer y te gustaba tanto.
—Pues no quiero ponérmelo.
—Y ahora ¿qué le pasa a tu anorak?
—Que en mi clase dicen que es de chica.
—¿Les habrás explicado lo de los botones, no?
—Claro que se lo he explicado.
—¿Y no lo han entendido? ¿Tan cortitos son?
—Sí, creo que lo han entendido.
—¿Entonces?
—No quiero ponérmelo más.
—¿Por qué?
—Porque es de chica.
—No digas tonterías.
—Pues en mi clase han dicho que lo de los botones les importa un pito, que es de niña y ya está.

miércoles, 27 de enero de 2010

Trazados

Ramón: entiendo mejor lo que me cuentas de tus viajes: Murcia, Cádiz, Lisboa: la ruta periférica parece trazada por una de esas figuras geométricas que estudias con tanto secreto. Y si el final está en Lisboa, sin duda un dictado hermético mueve el argumento que te conduce hasta sus adoquines exasperados. Sí, es verdad, Lisboa fue mi ciudad en 1983 y en 1984. Ya estaba a punto de escribir que no sé dónde andará aquella ciudad casi medieval que fue la mía, y sin embargo lo que debería decir es que no sé dónde estará aquel joven que fue suyo.

lunes, 25 de enero de 2010

«Dar la espalda», de Jordi Bonells






Sobre el género de su libro, Jordi Bonells (1951) escribe: «esto que no sé cómo llamar, si novela, autobiografía, ensayo, poema, drama, culebrón o farsa», y de hecho, de todo hay en este libro que también le «da la espalda» a todos estos géneros. A la autobiografía, mediante las historias de fantasmas que contiene; a la novela, con los interesantes datos sobre los nazis en Barcelona; al ensayo, con el ingenioso pastiche de un Gombrowicz reencarnado en cartonero. Quizá sólo no satisfaga la extensión; Bonells le ha dado a su novela muchas más páginas de las que la historia necesitaba.

sábado, 23 de enero de 2010

Crónica de un latrocinio

Sólo el helor de mañana de invierno sin nubes deambula por las calles tan temprano. Dos gaviotas se detienen en mitad de la calzada sin que ningún vehículo las espante. Luego emprenden el vuelo y al desplegar las alas empequeñecen los edificios. No es gran cosa lo que veo, pero es mío. De repente, envidiosa tal vez, la alarma de un comercio inunda el aire con su desesperación sonora. Sus ondas persiguen el frío con descaro. Las gaviotas no son ya ni un recuerdo. El timbre desproporcionado impone su prepotencia. Se queda con la gelidez, con las imágenes, con todo.

jueves, 21 de enero de 2010

El sueño del monstruo engendra emociones (Cortometraje 1’40’’)

Plano detalle 12’’: Mano de varón blanco, uñas de impecable manicura, dedos gruesos, de persona obesa, y ligeramente peludos, en el anular un gran anillo de oro con sello; entre el corazón y el índice sostiene un puro humeante. Gran plano general 18’’: distrito de negocios de una ciudad occidental vista desde el interior acristalado de un piso alto en un rascacielos. Un hilo de humo cruza el plano de abajo hacia arriba. Plano detalle en movimiento ascendente 8’’: manga de un buen traje. Plano medio contrapicado 12’’: joven muy delgado, ojos claros, dulce sonrisa, franca, que mira al frente.

Plano detalle 6’’: nudo de corbata bajo el traje bueno abrochado sobre una barriga prominente. Plano general 6’’: despacho enmoquetado, madera, sin objetos sobre la mesa salvo un marco de plata con una fotografía. Plano detalle en movimiento descendiente 6’’: pernera de pantalón de traje bueno, calcetín de seda semitransparente, pierna gruesa, de persona obesa, zapato pequeño, brillante. Plano contrapicado 10’’: el joven delgado, sonriendo, dice: «Haití». Contraplano detalle picado 10’’: nariz gruesa donde un grueso dedo entra y hurga. Voz ambiente: «Sí». Pausa. «No es mala idea». Plano medio 12’’: joven delgado, bondadoso: «De hecho, no es una idea».

martes, 19 de enero de 2010

Ante los precedentes





Algún día se verá que los blogs han creado un género literario propio. Género que, como todo en literatura, ya existía antes de se inventaran los blogs. Sospechaba que los microgramas de Robert Walser eran un buen precedente, pero Ante la pintura no admite conjeturas: es un auténtico blog. Ahí está la mezcla y revuelto de géneros, la intimidad textual, la opinión espontánea, el juego con el presente, la combinación de conocimientos, el lenguaje tumbado a echar una siesta, la confesión de ignorancia, el almuerzo recién acabado, la imaginación, el artículo perdido, la pereza. Y hasta la ilustración del post.

domingo, 17 de enero de 2010

Subamos al tranvía

John Sloan (1871-1951. Gloucester Trolley, 1916
Hay un célebre lienzo de John French Sloan, «Sol y viento en la azotea», de 1915, donde una mujer tiende la colada en Nueva York, que siempre me ha parecido una inquietante metáfora de la vida que nos aguardaba en las ciudades del siglo XX. Es lo que suele ocurrir con los cronistas urbanos: anécdota trivial y símbolo sobrecogedor comparten imagen. En «Gloucester Trolley», de 1916, se revela el encanto infantil de los tranvías, su carácter festivo y transgresor: mágico invento que destruía la imposición de la distancia entre el centro y los suburbios. Espejismo y añoranza de otra vida.

viernes, 15 de enero de 2010

«Ciudad iluminada», de Juan Antonio Marín, en Vitruvio

A diferencia del verso, el poema en prosa carece del inacabable juego de moldes que la tradición acumula en la alacena de la escritura. A diferencia del relato, el poema en prosa se resiste a ser amasado con los hábitos narrativos, por humildes que sean. El poema en prosa presenta siempre una exigencia de género antes incluso de ser escrito: la búsqueda de su forma de ser expresión. O eso, o seguir por roderas. Ciudad iluminada es, en sí mismo, un tratadillo del poema en prosa, o como lo llama Juan Antonio Marín (1968), «un rato de voz sin estrategia».

miércoles, 13 de enero de 2010

Banda sonora del poema del 13 de enero (día de playa)


Cuando esta tarde tu mano esté entre las mías, en el aparato tal vez cante Helpless Neil Young con guitarra acústica y armónica, los Housemartins nos encandilen con The light is always green o Paolo Conte entone un himno devastado como Azzurro. Quizá elijamos Motives for writing de Wim Mertens, un disco de Michel Nyman, las piezas para piano de Philip Glass o Different trains de Steve Reich. La sala posiblemente se colme con los sonidos de La lontananza nostalgica utopica futura de Luigi Nono, de la Rothko chapel de Morton Feldman o con John Cage y su sobrecogedor Thirteen.

domingo, 10 de enero de 2010

Manos

Viajan con nosotros y nuestras maletas casi sin darnos cuenta. Comen para nosotros y nuestras apetencias como un cubierto más. Aman por nosotros cuando más amamos, y también cuando menos. Las utilizamos impunemente para acciones restringidas a la intimidad, como hurgarse la nariz o rascarse la espalda. Escriben nuestros versos al dictado, teclean nuestros pensamientos sin equivocarse. Cuando se equivocan, saben rectificar. La cartelería—«No tocar»— nos previene de su carácter insumiso; aunque, acostumbrados a su obediencia, raras veces prestamos atención a este temperamento rebelde. Ni se nos ocurre pensar que sean las manos las que gobiernan, nosotros sus súbditos.

viernes, 8 de enero de 2010

Paraguas dormidos

Foto con y gracias a JAF
Llueve, y el agua diluye la sobriedad de las líneas con que está dibujada la ciudad. Las calles se convierten en una acuarela pintada sobre una plancha de zinc. El chispear atlántico de estos días dura toda la tarde, pero permite pasear sin que los zapatos se sumerjan en una pesadilla veneciana. La lluvia, sutil, deslavazada, disuelve poco a poco colores, luces, objetos y, posiblemente también, transeúntes. Lo intuyo por los paraguas que encuentro abandonados en estaciones de metro, en las papeleras de las avenidas o en callejas. Paraguas —hermosos, elegantes, honestos— cabizbajos por la repentina pérdida de su favorito.

jueves, 7 de enero de 2010

Felicidad

—Dakarai, tú eres un tipo raro, ¿verdad?
—Nací en una isla.
—Pamplinas.
—Las islas están rodeadas de agua.
—Vaya con el catedrático. Y eso qué tiene que ver para que no fumes, nunca te quejes de los turnos y sólo bebas de la jarra.
—Estoy trabajando.
—Va, si los tranvías van solos. Tienen raíles.
—¿Y la manivela?
—Y un pitillo, una cervecita, ¿no te apetecen?
—Soy isleño.
—Siempre con la misma canción.
—Cuando era chaval, mi padre me dijo: ves esas montañas, detrás no hay nada.
—¿Qué me quieres decir con eso?
—Que ahora miro y no veo ninguna montaña.

martes, 5 de enero de 2010

Pequeño cuento de la noche de Reyes

Pontós. Foto con AC, FH y FH junior
El entusiasmo con que Áxel se ha levantado este año oculta una sospecha. Alguien le ha dicho algo. Mientras abraza paquetes con griterío, de refilón lee los signos: el cuenco de agua mediado, cáscaras de nueces y avellanas en el platito, una magdalena medio mordida. Parece, en efecto, que por la esquina del comedor donde había dejado los zapatos han transitado camellos y personas. Advierte cierto desorden en el sofá. Acaso se sentaran un momento a descansar. Pero lo único que le libra de la sospecha, este año, es el alborozo de los adultos. Si hubiera algo, ellos lo sabrían.

viernes, 1 de enero de 2010

Pequeño cuento de Año Nuevo

Una verbena salvaje: toda la noche bailando es lo último que Guido había pensado antes de sumergirse en una siesta que compensara el turno de guardia recién acabado. Al despertarse, aturdido, le cuesta reconocer la realidad. Una lucecita indica en la penumbra del cuarto: 7:37. El tiempo justo para emperejilarme. Es nochevieja. Le choca que no se oiga jugar a los renacuajos del piso de arriba, ni escuche conversaciones nerviosas de vecinas en el patio mientras cuecen las lentejas. Una verbena inolvidable: calzoncillos rojos... está repitiéndoselo cuando vuelve a mirar con mayor detenimiento el despertador: 7:38. ¿Qué quiere decir 7:38?