Me concentro en los zapatos. En los zapatos sucios. De varón. En la fatiga de la piel. Aspereza, estrías, fisuras. En las manchas. De polvo, de barro, de pintura. En el desgaste. Cordones deshilados, tacones cojos, contrafuertes torcidos. Me entretengo en la vida de los zapatos de esta época. Tampoco tienen quien los cuide, los hidrate, les regales flores. En el andén solo me preocupan ya los símbolos. Y cada cuatro minutos, el estruendo del metro alborota cualquier observación. Se cierran las puertas. Me quedo sin mis zapatos, pero con una súbita alegría. Continúo aquí sentada. Los demás, de camino.