—¿Empezamos?
—Cuando quieras.
—Bueno, si lo prefieres no empezamos todavía.
—Ah, ¿es que podemos no empezar?
—Creo que no.
—¿Entonces?
—Empecemos. ¿Te va bien?
—Bien, bien, no del todo.
—¿Cómo? Explícate.
—Lo dejaría para más adelante.
—¿El qué?
—Nada, el empezar.
—Ah. Vale. Lo tengo en cuenta. Pero lo cierto es que no sé si es posible.
—¿No?
—Lo tendría que preguntar.
—¿A quién?
—Ese es el caso, que no sé a quién puedo dirigirme. ¿Tú tienes alguna idea?
—En absoluto.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué?
—Pues que no nos va a quedar más remedio.
—¿Más remedio de qué?
—Pues de empezar.