En grietas y hendiduras del revoque. En voces raspadas sobre el yeso y la piedra. En la oscuridad. Me reencuentro. Lo áspero me pronuncia. Lo tosco. Me ilumina lo punzante. El tiempo que se desploma desvanecido sobre las losas. Rugosas, húmedas. Donde yace mi cuerpo ahora. Ni siento las piernas. Los brazos alzados, las manos me descubren lo que no estoy viendo solo como lo sabe encarnar un espejo. En ranuras y agujeros. Soy la realidad que palpo y la tiniebla es el color de mi piel. Única certidumbre en la prisión. Dentro de lo quieto, las paredes en danza.