Cuanto más arrecia el viento, mejor vuela la cometa. El papel tiembla con estrépito, la cuerda se tensa y los colores realizan movimientos imposibles en un fondo de día gris y alterado. La cometa asciende y gira y cae en picado para inmediatamente elevarse y de nuevo girar en sentidos imprevistos por quien sostiene el vuelo desde la arena. En días de ventisca muchos la guardan, no arriesgan su fragilidad, prefieren verla presidir un cielo claro, sin brisa, inerte, una fotografía antes de disparar la cámara. Pero quien decide lanzarla descubre la vehemente pasión de la cometa por la intemperie.