De pronto he entendido por qué escribes lo que escribes, Gustavo Adolfo. Hay quien dice que son cagadas de mosca sobre el papel. Los que creen que no es buen poeta quien no ponga en aprietos al maestro tipógrafo por las existencias de la caja alta. Otros opinan que si lo escribiera su hija en el colegio llegaría con las manos coloradas por dos buenos palmetazos, pero si lo escribe en casa, benévolamente se ha de perdonar. Ahora lo comprendo, Gustavo Adolfo, escribes solo para aquella alma, una y única, que al leerte siente un levísimo sobrecogimiento. Para nadie más.