Con la corriente del río estampada en su falda la veo pasar en un vuelo de gaviota. Por el paseo las muchachas cascan pipas con los dientes y un coro de ancianos ensaya una obra que algunos aún no se han aprendido del todo. Aletea su blusa de plumas blancas con la brisa del mar. Un ciclista detenido sorbe con ansiedad un helado de vainilla. Dos vehículos de limpieza del municipio juegan una partida de ajedrez en una esquina. Me doy la vuelta para verla caminar con sus sandalias de hojas de cedro mientras las nubes sestean en los escaparates.