miércoles, 21 de octubre de 2009

«El cielo es azul, la tierra blanca», de Hiromi Kawakami, en Acantilado



Con mínimos elementos narrativos —dos personas, una ciudad y los ratos perdidos al final del día—, cuya sencillez acaricia el abismo de lo inane, Hiromi Kawakami (1958) escribe una historia de amor que no evita tampoco la cursilería del propósito. Pertenecientes a dos generaciones distintas, los protagonistas encarnan las sosegadas y reposadas virtudes del Japón tradicional, uno, y el desorden y atropellamiento del mundo actual, otra. La autora sabe acercarlos y alejarlos con el ritmo sincopado de la vida urbana. Al final, en la mejor tradición narrativa, el diálogo salva la novela y convierte a los personajes en verdaderos.