Algunos domingos, cuando salgo para ir a ver un partido de fútbol, el joven que fui abandona mi aura y me mira extrañado: ¿tú? ¿Si a ti no te ha gustado nunca el fútbol? ¿Si preferiste siempre un libro? Ya, ¿y qué?, le digo. De hecho, no estoy seguro aún de que me guste, pero me contaron y creí tantas mentiras (por ejemplo: al sabio cuya senda seguí que ahora amaña premios para él y sus amigos) sobre el mundo que he decidido comprobarlas todas. Y ahora me toca ésta: verificar si también era mentira que el fútbol atolondra, enajena.