lunes, 18 de diciembre de 2023

Cuentos del hada jubilada (octogésimo segundo)



No conozco a nadie que se sienta inmune ante el misterio de las costureras. Ni hada, ni duende. Cerca de los cuarenta años, Velázquez pintó una que fija el semblante que las convierte en enigmáticas. Las manos, capaces de lidiar con lo nimio y restaurar el daño que parecía irreversible. La ausente mirada, cautiva de la tarea, que impide a quien la contempla entrar en contacto con su ser, en cuya apariencia discreta nada desentona. Velázquez, incapaz de resolver el arcano, no ocultó hacia dónde huía su mirada: toda la luz de su paleta baña el escote de la costurera.