sábado, 2 de julio de 2022

Manos | Ocho



Después de estirar el brazo, sigo sin alcanzar el hombro, el cuello, las mejillas, los ojos. Cuanto se anhela para reconocer al ausente. Tanteo el aire, como si fuera piel, su delicadeza y su calor, sin ser más que aire. Tras alargarlo en vano más allá de donde pueda ver, construyo un cuerpo con la nada de haber partido o, quizá, de nunca haber llegado a este lugar. Tiendo el gesto para que se vea propicio al abrazo o dispuesto a la reconciliación, no sé, me sobran argumentos para darle un significado a la mano que se aprieta al vacío.